Redención de la muerte roja

En una montaña del lejano Oeste que no existe, a la luz de un amanecer que podría ser real, se desvanece la vida de Arthur Morgan, un personaje inventado de una historia también inventada que hubiese impresionado a John Ford y enamorado a Sergio Leone. Quizá, su historia, sea la carta de amor que jamás se filmó en una película o que nunca se escribió en una obra literaria. Pero he aquí, en un formato más complejo, nacida de la mano de una Estrella de Rock -Rockstar- o, más bien, de muchas estrellas. La vida, así, como se dibuja en esta redención, es incomprendida y temerosa. Un reflejo de una época que acaba y que choca con otra que comienza. De fantasmas y nueva sangre. Del legado de una guerra entre hermanos. Con cicatrices en el espíritu. Con protestas hacia una puerta que se cierra y que ya nadie abrirá. Muchos podríamos ser este cowboy. Aunque, ciertamente, no creo que todos. El nombre propio del miedo, da más miedo que el propio miedo. Hay que estar a la altura. “That’s The Way It Is”, “Así es como es”, dice una canción que suena mientras nuestro protagonista cabalga hacia su muerte. Y, cuando ésta llega, no es la muerte sino que es la pérdida la que acaba dentro de nosotros mientras vivimos. Sólo queda una desesperación muda. Unos créditos silenciosos. Un corazón roto. Redención de la muerte roja o, en inglés, “Red Dead Redemption”. El discurso apocado y vil de Morgan durante su camino de redención precipita hacia el abismo aquello que teme: la vida. Ni el mismísimo Charles Bronson llegó a la cumbre redentora acompañado por el miedo. Ni Clint Eastwood se acercó a ella con el delito y la culpa. “No tenga miedo, señor Morgan, arriésguese a creer que el amor existe…”, le dice una mujer consagrada a Cristo, y sigue “…y haga algo por amor”. Claro, no podría faltar la bella metáfora de esta raíz profunda y eterna donde se fundan naciones e imperios. El amor. El único testigo que ahuyenta al miedo, incluso, en un hombre del viejo Oeste como Morgan, hecho de barro, sangre, agallas y gloria.  Quizá inventarlo, o más bien plasmarlo en este medio -y no en otro- sea el verdadero mensaje. Esto va de un amor que mira melancólico hacia los tiempos pretéritos. Antes todo fue mejor. O no. Es una contradicción. Tal vez sea eso. Arthur Morgan, como nosotros, es un hombre fallido que necesita aferrarse a una fantasía pasada para excusar sus males presentes. Supeditado queda al recuerdo de su hijo muerto, a una mujer que ama, a la búsqueda de una felicidad que le termina asfixiando. Y, al final, en la roca de aquella montaña inventada, mientras su mirada contempla un mundo nuevo, allí, hacia la luz, después de tanta oscuridad, yace su cuerpo. En una libertad más honda, más plena. Por fin, se despoja de todo pecado. No fue un hombre bueno. Sí tuvo un alma benévola. Sin embargo, aunque Arthur Morgan parece más real y cercano a todo lo que es humano, es, como digo, un personaje inventado. Y esta historia, su historia, tan “solo” sucede en un videojuego.

Siempre he tenido muy presente que la vida es una suma de tres grandes principios que, al igual que Platón, representan la fuente de creación más grande de la humanidad: la pasión, el deseo y el alma. Todo lo que se hace y se dice en el arte es un reflejo claro, extenso y único sobre lo que fuimos, somos y seremos.

1 thought on “Redención de la muerte roja”

  1. Hacia tiempo que estaba desubicada, y tenía abandonada la lectura de este pequeño gran grupo
    Como siempre, insuperable y deseando volver a leer
    Me quedan muchos relatos anteriores por leer, y decir como siempre enhorabuena, y que no decaigan las letras, la imaginacion y las ganas de seguir encandilando

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