No conocéis el Ararat

«Permitid a todas las naciones alcanzar la Luna, pero a los armenios el Ararat», escribía el poeta Hovhannes Shirás.

Durante los años de la carrera espacial, cuando a las potencias mundiales les obsesionaba pisar la Luna, Shirás solo pedía el monte Ararat para los armenios. Este símbolo identitario y sagrado se encuentra actualmente fuera de las fronteras de Armenia por un motivo. Hoy, 24 de abril, en el Día de la Conmemoración del Genocidio Armenio, hablamos del Ararat.

          A finales del siglo XIX y principios del XX, el Imperio Otomano atravesaba un proceso de construcción nacional, sentando las bases de lo que sería la nación turca. Este nacionalismo, tan dominante y excluyente, rompió con la población armenia del imperio en 1912. El partido de los Jóvenes Turcos dejó de lado la visión otomanista del Estado que estaban construyendo, más sensible a las demandas de reconocimiento de las minorías religiosas y naciones. Pasaron a defender una política de aislamiento y opresión de la población armenia, griega y asiria, bajo el paraguas homogeneizador y unificador del nacionalismo turco. Así, se definieron los límites del nuevo Estado-nación turco. Así, se creó un otro.

 No se puede decir que la “cuestión armenia” apareciera en este momento, pero sí fue cuando se le intentó poner fin. «Después de todo, ¿quién se acuerda del exterminio de los armenios?» fueron las palabras que pronunció Hitler en 1939, momentos antes de invadir Polonia. Y no son arbitrarias. Tradicionalmente, se toma como inicio del Genocidio Armenio la fecha del 24 de abril de 1915, cuando el ejército turco apresó y asesinó a varios cientos de intelectuales armenios en Estambul. Se acabó con la vida de escritores, maestros, sacerdotes, políticos y médicos con el objetivo de que la población armenia quedara descabezada. Nadie dijo nada entonces; nadie se acuerda de ellos ahora. Hitler imaginó que podía exterminar al pueblo judío tal y como lo habían intentado los turcos con el pueblo armenio.

Fotografía de un mural del artista ArToon, 2014.

En 1915, la mirada de Europa estaba fijada en la Primera Guerra Mundial, lo que facilitó el proceso genocida y el silencio internacional. Los jóvenes armenios, que habían sido llamados a filas para combatir por la nueva nación turca en la guerra que se libraba contra Rusia, fueron asesinados sumariamente por sus compañeros. Muchos armenios fueron masacrados en campos de concentración y ahogados en el Mar Negro. Pero el método masivo de eliminación y más presente en la memoria actual fue el de las deportaciones al desierto de Siria y Mesopotamia. Entre uno y dos millones de personas murieron durante el genocidio. El territorio armenio se redujo a menos de la mitad de lo que era y el monte Ararat, el símbolo más importante para todos los armenios, quedó en tierras turcas. No conocéis el Ararat, pero la realidad es que los armenios solo pueden verlo de lejos.

A consecuencia del genocidio, miles de personas migraron forzosamente de su tierra a países como Irán, Grecia, Estados Unidos o Rusia. Con el tiempo crearon sus propias comunidades por todo el mundo, que continúan hasta hoy. En la actualidad, de los diez millones de armenios del mundo, solo tres residen en Armenia. Es la diáspora a la que pertenece la cantante Cher, el violinista Ara Malikian, el actor de “La casa de papelHovik Keuchkerian, Andy Serkis, quien dio vida a Gollum en “El señor de los anillos” y la familia Kardashian. Los armenios de la diáspora nunca perdieron el contacto con el que fue hogar, mantuvieron su identidad tras generaciones. Nunca olvidaron, aunque no pudieran mirar al Ararat.

El Genocidio Armenio no es ese acontecimiento terrible de principios del siglo XX que conmemorar en cada efeméride. Se trata de una lucha que continúa presente en la actualidad. En una ocasión una persona me dijo que para ella ser armenia significaba el miedo permanente a que un día, tu tierra, tu pueblo o tu gente puedan desaparecer. Pienso que a veces las lenguas hablan de su historia. En armenio existe un término llamado goyamart (գոյամարտ), que significa literalmente batallar por sobrevivir.

María Llinares Galustian

María Llinares Galustian

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Doctoranda en Historia Contemporánea.

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