Querido Peto,
Después del silencio, de la calma y de las lágrimas vertidas sobre este mundo, he hallado la fuerza suficiente para poder escribirte.
¡Te echo de menos!
No sé si hay tiempo suficiente en vida para pasar el luto. Porque ¿qué alma se cura de una pérdida tan grande como la tuya? No hubo un mal gesto, ni riña, ni palabra malsonante para con nosotros, tus seres queridos. Esos que te hemos amado tanto.
Normalmente, las gotas de agua allanan el terreno cuando llueve, en cambio, tu huella ha sido tan grande que es imposible de borrar. Te has convertido en una sólida roca indestructible, incapaz de erosionarse por el viento, quedando inmaculada y pulcra ante el paso del tiempo.
Enciendo una vela en tu ausencia. Me hace saber que estás con nosotros, aunque, por desgracia, no sea así. Observo a mamá, tu hija, y, sin articular palabra, me digo a mí mismo “lo hemos hecho bien”. Albergo cierta paz y calma si, desde el silencio, te hago saber que te recuerdo. Es un grito callado, pero tan sincero que, en ese cuerpo llameante de calor y humo vital, vuelvo a encontrarte.
También guardo tus objetos. Al menos los más preciados para mí, aunque nunca te lo llegué a decir. Eran tuyos, y siempre lo serán, puedes estar tranquilo. Solamente los cuido; tu abrigo marrón de lana, tu reloj desgastado, tu cartera repleta de listas de contactos escritas a mano y tu pequeña radio con la que solías escuchar las noticas, la Lotería Nacional y el fútbol.
Siempre fuiste bondadoso. Todo premio que venía de tus manos era bien recibido por las mías, y por las de los demás. Lo último que me regalaste fue unos caramelos que ganaste jugando al bingo, ¿lo recuerdas? He decidido que jamás probaré su sabor. Será otro recuerdo tuyo, otra parte de ti que quedará intacta en este mundo.
Sé que nada de esto sustituirá tu calor, pero proteger todo aquello que fue tuyo es una obligación, y me reconforta.
Mi mirada, que tantos momentos compartió contigo, ha soñado siempre que ibas a ser inmortal. El paso del tiempo ha cambiado mi retina, esa que, inocente y primitiva, aprendió de ti. Ahora la que te observa es otra, la de un hombre que navegará a tu lado hacia la eternidad.
Elogio fúnebre:
Las campanas han sonado. Han sonado en este espacio y en este mundo. Pero, también, en todos los mundos y universos posibles.
Tu apellido y nombre resuenan como un trueno en la tormenta de la calma.
Los pájaros, tus pájaros, que una vez cuidaste, acuden a verte, querido Peto.
A la tierra viniste como un niño y te has ido siendo un niño en el cuerpo de un hombre.
Las súplicas para que no te fueras han quedado sumergidas en el reposado sendero de la eternidad. Pues allí es donde te mereces ir… Allí es donde ya estás.
¡Qué maravillosa suerte replico una y otra vez a la vida por haberte tenido tan cerca en todos los instantes! Esos en los que a bien supusiste esgrimir la espada como un sueño altanero en el rudo sendero de la vida.
Siempre has cargado con la familia sobre tus hombros, empujando a la cima la roca que Sísifo nunca logró elevar hasta allí.
Acataste las órdenes de la buena tierra y el animal desde bien joven, y a mis hermanos y a mí, tus nietos, nos lo enseñaste, guardando siempre respeto y obsequiándonos con el mayor de los amores.
Con el escudo y la armadura de blanca bondad, guardaste el anillo dorado de tus padres y hermanos en el sagrario de tus ilusiones. Y te convertiste en el ángel custodio que elevó a la gloria y a la esperanza a tus queridos y amados hijos.
Las ramificaciones de tu luz se hospedan ahora junto a Dios y tus antepasados en los atrios del Paraíso. Jamás te dejaré a la deriva del olvido, pues he caminado con tus ilusiones y he quemado, sin temor, las vestiduras en la hoguera para desvelar mi verdadero destino. Gracias a ti ya sé quién soy, gracias a ti ya sabemos quiénes somos.
En este día, por fin, he encontrado razones para cantarte.
Ya no hay flagelos, ni clavos, ni espinas.
Ya has hallado la calma y la paz en este devenir final.
Y, ahora, te elevas orgulloso, dando comienzo a todas las cosas…
…hasta siempre, Peto.
No puede ser más bonito… que orgulloso debe de estar, de estas palabras tan bonitas y de la gran persona que eres. Un abrazo
Dados los tiempos y circunstancias que les tocó vivir, muchos hemos tenido cerca un hombre Peto , o una mujer Peto.
Por suerte, en mi vida coincidieron como pareja. Catorce hijos, dos fallecidos, cuidados todos con energía y suavidad, sobre todo para ellas, todo hay que decirlo, pero sin quejas.
Suerte que tuvisteis, suerte que tuvimos.
Y seguimos teniendo, gracias a Dios, mientras conservemos la memoria.
Un homenaje muy bonito hacia un abuelo. Esa persona tan importante, y que a veces no te das cuenta de cuánto lo quieres, hasta que no están contigo
Siempre, siempre quedan los buenos recuerdos, los malos, o las picardias que hace el abuelo, lo recuerdas con cariño y hasta te gustaría que volviera ese momento, para aprovechar la ocasión y decirle cuanto le quieres y significa
El tiempo suele curar las heridas y darte nuevas oportunidades para, incluso, “atreverte” a tener un hueco en el que rendir tributo a entrañables personajes como Peto, como nuestros abuelos o ancestros, como todos los que se fueron dejando una huella imborrable en nuestras vidas.