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Mi forma de arte favorita son los videojuegos.

Podría usar esta frase para iniciar un debate de por qué los videojuegos son arte, y por qué la gente reacia a ellos debería darles una oportunidad. Pero no es el tema del que planeaba hablar hoy. 

Pues, aun siendo un fan del medio, he de reconocer que, en la mayoría de los casos, la barrera de entrada es considerablemente alta. El simple hecho de acceder a dichas obras requiere de un compromiso de atención y una familiaridad difícil de alcanzar por aquellos no ya habituados.

Así que me encuentro haciéndome la siguiente pregunta ¿Qué me llevó a aficionarme a ellos en primer lugar?

Es en la literatura, tipo de arte que para mí se encuentra en una segunda y cercana posición a la anteriomente mencionada, donde creo ver, al menos, una posible respuesta.

Y esto me hace llegar a una curiosa conclusión, ya que, también, es un medio en el que mucha gente muestra su negativa a entrar por motivos meramente prácticos.

Son artes que requieren de nuestra atención activa para poder hacer algún uso de ellas. Si no pasamos la página la historia no avanzará, sin nuestro clic el personaje permanecerá impertérrito, congelado en el tiempo o, dependiendo del género, puede que caiga ante sus enemigos y nos lleve al temido “Game Over”.

Tan temido como icónico.

Es esa misma barrera de entrada, esa exigencia estructural de nuestra atención, lo que me atrae o, al menos, es un factor clave de ello.

El resto de medios no son tan afortunados, ¿Cuántas veces nos hemos quedado dormidos en el sofá viendo una película o una serie solo para despertar y ver los créditos salir? ¿O cuántas veces hemos puesto música y al final del disco no hemos sido conscientes de ninguna de las canciones?

Aunque no hagas nada, la película llegará a su desenlace y la canción reproducirá sus últimos compases. Y, al menos, en estas artes aún se da la circunstancia de que requieren de nuestra iniciativa para darles un comienzo. Otras ni siquiera tienen esa suerte.

La arquitectura sigue expuesta a los elementos, mientras la gente recorre apresuradamente las calles sin poder levantar la vista del suelo. Las esculturas adornan nuestras avenidas apenas entrando en nuestro rango de visión, impidiéndonos apreciar las formas impresas en la piedra o los motivos tallados en ella. Se convierten en poco más que un testigo del tiempo, alejándose, cada vez más, de su propósito estético original.

Mudos espectadores de nuestras ciudades.

Nunca he sido muy fan de las pinacotecas, aun viviendo en la ciudad que aloja al Museo del Prado. No es extraño para mí atravesar galería tras galería dedicando unos segundos de mi atención a los cuadros.

Pero un día me sorprendí a mí mismo. En mi casa descargando una imagen de internet, y pasando un buen rato apreciando los diferentes detalles en la imagen, decidí que la siguiente vez que visitase un museo haría lo mismo.

Y, de nuevo, apenas le dediqué a la mayoría de las obras más de un vistazo.

Pero, esta vez, iba con intención, y, aunque para mí la mayoría de las obras pasarán sin pena ni gloria, sí vi lo suficiente en más de una para detenerme. Recuerdo pasar varios minutos apreciando una obra de “El Greco”. No era de grandes dimensiones. Ni de las más reconocidas de su obra. Pero, sin esperarlo, fui activo en la contemplación de la obra y la recompensa fue mayor.

No es solo pintura sobre lienzo.

No debería haberme sorprendido, pues recuerdo años atrás a mi padre de cuclillas delante del equipo de sonido, con los cascos puestos y marcando el ritmo con las manos y la cabeza.

Nunca supe exactamente qué estaba escuchando. Conociéndole podría ser perfectamente AC-DC o Led Zeppelin, pero en aquella época yo no tenía ninguna apreciación por la música y recuerdo vacilarle por sumergirse de esa manera.

Hoy en día no solo he escuchado extensamente a esos dos grupos, sino a muchos más, de múltiples géneros, idiomas y mensajes. Y yo mismo me he encontrado marcando el ritmo e imitando los instrumentos, como mi padre hizo en su momento.

Quizá, la próxima vez que mi madre me hable de cómo le fascina el patinaje artístico, u otras formas de danza, deba de darle la misma oportunidad que le di a la música.

Reaccionamos de manera pasiva a la mayoría de los estímulos que nos llegan. Es casi una necesidad de supervivencia con la sobredosis de información, que de una tiempo a esta parte, se haya esparcida en la sociedad actual. Pero, en lo relativo a las diferentes expresiones del arte, detenernos y contemplarlas puede recompensarnos con creces.

A menudo, hacer el esfuerzo de pasar la página para apreciar la obra merece la pena.

Clic.

Alex García Collado

Alex García Collado

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Soy un ignorante y no tengo miedo a reconocerlo. Y esto lo sé porque nunca dejo de aprender. Cuanto mayor es nuestro nuestro conocimiento mas evidente es nuestra ignorancia. Si crees saberlo todo es porque en realidad no sabes nada.

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