Caminos

¿Qué busca uno en el recorrer de una vida?

El vivir del humano, en todas y desde todas sus aristas, está en constante flujo y movimiento, tanto físico como mental, emocional o amoroso, interno o externo. No seré yo el que descubra el proceder de los seres humanos, pues tiempo ha que venimos estudiándonos en nuestras sombras más obscenas y en nuestras luces de completa bondad. 

Ese es el eterno equilibrio que, creo, todos buscamos a nuestro modo; sea con otras personas, en el cobijo de su compañía y agradecida existencia; sea en mundanas rutinas y aficiones; o bien mediante la grata degustación y el calor de los guisos de nuestra buena España, llamada desde antaño “tierra de conejos”

Tal como se apostilla aquí, las vivencias nos forjan, nos moldean y endurecen, o todo lo contrario. Nada es inmutable. La cuestión en la terna no es tanto si tales experiencias de vida acarrean una u otra reacción. Lo que de verdad importa y resulta del todo trascendental es saber y conocer si, desde lo más profundo de uno mismo, somos capaces de erigirnos como vehículos de aprendizaje, como elementos de saber tras la caída, como ejemplos de continua retroalimentación y convencimiento de que el miedo no ofrece nada al hombre. De que intentarlo no hará daño, de que no se trata del golpe encajado, sino del aguante y talante con que se recibe y gestiona también.

La historia de los hombres se ha repetido desde siglos atrás en el tiempo. Mismas fallas se han encontrado en los mismos procesos. Y constantes alternativas de resolución han sido puestas en liza. Me pregunto día a día qué nos mueve a hacer una u otra cosa, a considerar una u otra decisión, mientras nos hallamos en el implacable paso del tiempo sin que podamos escapar de él.

Es por ello por lo que resulte triste pensar en que ya nada de lo que pueda venir tenga sentido alguno, que la esperanza en el buen transcurso de las vidas no albergue anhelos, ni luces entre oscuridad o atisbos de cristalino horizonte.

In vino veritas.

Las batallas, para con nosotros mismos, son las eternas enemigas de nuestras almas, pero eso es, precisamente, aquello que ha de guiarnos en el caminar del sendero de la vida. Con empeño, sin cejar en el esfuerzo, si bien cayendo, arrastrándose, gateando, llorando o riendo, hemos de alzarnos una y otra vez hasta dar con la fortaleza de la constante gracia que nos cubra de entereza y valor. Pero no desde una posición mítica o épica, si se prefiere, sino desde una posición de valentía real, cuya más sincera naturaleza, halle su fuente en las labores y quehaceres más pequeños.

El ejemplo moral, a menudo, es ansiado entre los hombres, pero son los actos, las acciones fácticas, las que realmente arman sus corazones, las que, desde su incorruptible verdad, sostienen la buena virtud que de ellas puede brotar.

No obstante, resulta vital incentivar la resiliencia en las mentes de las personas. Resiliencia desde la comprensión y el entendimiento. Entendimiento desde el conocimiento. Y conocimiento desde la curiosidad y el afán de comprender de forma ímproba los motivos de muchas de nuestras acciones. 

Se dice de esto, pues, que es una perspectiva de una ética compartida a la que aspirar, y concepciones cuyos fundamentos amparen la conciencia, mediante un velo transparente carente de prejuicios.

Tales palabras resultan alentadoras, más si cabe, por su sentido puro e idílico, que por su latencia en la humanidad que vivimos.  Pero, como bien enunciaba el bueno de Samsagaz Gamyi, personaje de la obra El Señor de los Anillos: los personajes de esas historias se rendirían si quisieran, pero no lo hacen, porque todos luchan por algo. Historias que se ven reflejadas en nuestras vidas, vidas cuyas grandes guerras son espirituales.

Así, entender la mente humana es harto complejo, pero es del todo imperativo y elemental enfocar las energías a su estudio. Estudio cimentado en la humanidad intrínseca de cada ser, y no desde un pedestal de altanera arrogancia. 

Virtud, felicidad, lucha, sacrificio, constancia o resiliencia son solo algunas de las palabras que nos hemos regalado en nuestras lenguas. Sin embargo, el concepto de plenitud en todo su haber, y en todo su significado, me provoca una suerte de mueca agradable en el pensamiento y en el alma. Un sueño alentador, hondo respirar, sosiego y calma.

Esa, es pues, la meta a la que toda persona que pase por este hogar, al que nombramos tierra, debería buscar y bregar en el recorrer vital, desde nuestro alumbramiento hasta nuestra despedida. 

Plenitud en todas sus formas y vertientes, regalo preciado, certeza de paz y armoniosa convivencia. Plenitud como basamento de vida, mente, corazón y alma.

Jaime Caballero Álvarez

Jaime Caballero Álvarez

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Por mínima que pueda parecer la esperanza, siempre debemos aferrarnos a esta herramienta de vida. En busca de la felicidad, con esmero y constante combate, me presento para compartir y recibir aprendizaje. Un abrazo fraterno a todos aquellos que pasen y, espero, disfruten de Quinqué y Tintero.

4 thoughts on “Caminos”

  1. Busca tu plenitud basándote en el equilibrio de virtudes y valores que han sido vil e infamemente llevados al abismo del exilio por los gestores del odio, regidores de la decrepitud de la civilización occidental.

  2. Gracias por compartir estas palabras y pensamientos. Sin duda, han sido de mi agrado y me han hecho pensar…

  3. Interesante reflexión, a la que nunca, nos hemos parado a pensar
    Enhorabuena por este segundo relato
    Leerlo dos veces, me ha dado, de pensar y reflexionar sobre nuestra vida
    Gracias por esta reflexión

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